“Mi hijo comía de todo y ahora no quiere comer ¡nada!” (así, con énfasis), es una consulta habitual entre el año y los dos a tres años de edad.
Este es una situación frecuente, no te angusties, es una inquietud compartida por muchas mamás y papás en el mundo.
N a tu hijo ni a los demás, le va a pasar nada, desde luego si no tienen enfermedades o problemas subyacentes serios y hay unas condiciones básicas sanitarias, de bienestar y económicas que faciliten la posibilidad de tener una buena salud.
¿A qué se debe entonces que mi hijo no quiera comer cuando empieza caminar y ya es más grandecito?
Dos razones principales:
1ª Comparado con el primer año, el índice de crecimiento disminuye y ahora no necesita tanto alimento, aunque creas lo contrario pues empieza a caminar y lo ves más activo.
Durante el primer año, el promedio de aumento en peso es de 6 kilogramos y en estatura de unos 25 centímetros, mientras que en el segundo y tercer años es de dos (2) a tres (3) kilogramos y de ocho (8) a diez (10) centímetros de talla.
2ª Tiene nuevos “apetitos”: jugar, caminar, explorar, empezar poco a poco a “dominar” el mundo.
Esto es algo muy importante pues ese niño, que parecía pasivo, aceptaba todo, que solo recibía comida, gracias a su desarrollo ahora es más activo, camina, investiga y, algo muy importante, «decide», hasta escoge cómo vestirse o si se quiera bañar,… y puede decir NO, palabra muchas veces fortalecida porque los papás, si darnos cuenta, con frecuencia se la estamos repitiendo y estableciendo una confrontación.
Lo que tu hijo está presentando es lo que se llama “inapetencia aparente” (no es de causa orgánica) que tánto angustia a las mamás (¡y a las abuelas!).
Y como está «falta de comer» que habitualmente sucede, se suma, sin pretenderlo, una tercera razón que complica aún mas las cosas: lo obligan, le ofrecen premios o le advierten sobre castigos.
¿Entonces qué hago doctor?
Quizás lo más importante es no angustiarse y convertir esto en una drama familiar y motivo de disgusto. ¿Quien puede comer a disgusto y regañado?
La primera acción a seguir es disciplina. Entonces, como así, ¿lo regaño? ¡Al fin qué!.
Con disciplina me refiero a establecer unos límites, amables pero firmes, no dictar normas o amenazar con castigos, y molestarse si no hace caso (incluso, algunas que otra vez, una palmada).
Las recompensas (dulces, pizzas, juguetes, jugar,… ) le hará un daño importante a tu hijo pues los hábitos alimenticios quedarán de una u otra manera condicionados a estas, e incluso se plantea que favorecen el sobrepeso, la obesidad y conductas que solo responden a satisfacción.
¡Otras ideas!
Continua con los horarios de comida establecidos en la casa, no le des a tu hijo cualquier cosa en el momento que manifieste tener hambre y ofrécele siempre alimentos nutritivos: proteínas, frutas, verduras y cereales (recuerda «Mi Plato»). Este desinterés por la comida no puede convertirse en una excusa para comer lo que se desea y cuando desee.
No compres ni les ofrezcas alimentos «chatarra» (paquetes, chocolatinas, bebidas de cajita,...), que no debe haber en la casa, ni aquellos que se piensa son «muy nutritivos» (gelatina, que es agua con colorantes, cereales elaborados de caja, yogures a destajo, lácteos saborizados «con defensas y vitaminas» que tienen alto contenido de azúcares y quitan aún más el apetito).
¡OJO! tampoco biberón a deshoras o cerca de las comidas principales.
Tarde o temprano tu niño tendrá hambre y comerá lo que se le ofrezca, por eso es importante que las alternativas a las que el tenga acceso y que les ofrezcas siempre sean de comida saludable.
Vale la pena hacer combinaciones con comidas nutritivas que habitualmente les gustan (espaguetis, por ej.) y preparaciones agradables y atractivas, como plantea la iniciativa espontánea («click» en el enlace) de una mamá que va al consultorio con su hijo.
No te sientes horas a darle de comer a un niño que ya lo hacía solo. Los tiempos de comida no deben tardar más de 30 o 40 minutos.
La alimentación debe servirse siempre en el comedor, no en el cuarto o en la sala de la casa y, de ser posible, idealmente con la familia, no viendo televisión, con el celular o con la tableta en la mano.
Recuerda, la comida a esa edad ya no es su centro de atención.
¡Ah! y ya para terminar, esto no se trata con «purgas», con antiparasitarios, o dando vitaminas, pues como hemos dicho ese no es el problema.
De otro lado, si está con buen peso y talla para la edad, lo que se puede evaluar en los controles periódicos y te mostraremos en un gráfica (esta no estará bien cuando el niño es gordo, sino cuando está dentro de los parámetros) no necesita vitaminas extras. Comprar de más es botar el dinero y meterse mentiras.
Los «estimulantes del apetito» tampoco son efectivos y a edades tan pequeñas son contraproducentes.
De lo que se trata es de continuar con el ritmo y la vida cotidiana, ya el niño volverá a organizarse.